El hecho de adoptar una forma horizontalista de organización no implica tampoco negar la existencia de las dinámicas de poder. Por el contrario, para asegurarnos de que no estamos replicando esas mismas dinámicas de poder que queremos desmantelar debemos tener una conciencia profunda del poder y mucho de estructura, de trabajo interno y de autorreflexión, y saber prestar oído a las críticas. A nivel individual, partiendo de una reflexión sincera, muchas de nosotras y nosotros probablemente descubriremos que nos inclinamos a acaparar el poder, y al hacer esta reflexión recordaremos hasta qué punto nos ha condicionado el patriarcado internalizado.
A nivel grupal, la horizontalidad requiere de estructura intencional y de coordinación que nos permitan responder de manera directa a las diferentes experiencias y conocimientos que las personas traen consigo. Esto lo hacemos compartiendo conocimiento y experiencia entre personas, y animando a las personas a asumir nuevas funciones y responsabilidades. Esto podemos lograrlo si creamos estructuras colectivas que nos permitan poner en práctica un proceso sistemático, constante e incómodo de mutuo rendimiento de cuentas. Una práctica alternativa de liderazgo puede ser aquella en la que se lo comparte y en la que se enfatizan la escucha profunda y el prestarse cuidado para así promover una cultura de participación en la que todas las personas sientan que su voz tiene valor, y una conciencia de cómo las dinámicas de poder impactan la participación y el bienestar emocional.