Muchas veces se ha utilizado una forma de violencia al servicio de otras formas de dominación. Por ejemplo, como lo ha documentado exhaustivamente la activista y académica Andrea Smith en los Estados Unidos, la violencia de género es una de las principales herramientas del colonialismo y de la supremacía blanca. El colonialismo no se propone simplemente acabar con los pueblos colonizados, sino destruir su manera de entenderse como pueblo y su capacidad de cuidar de sí mismos y unos de otros. Es a través de la violencia sexual que un grupo colonizador trata de convertir a los pueblos colonizados, en palabras de Smith, en gentes “inherentemente violables, cuyas tierras son inherentemente invadibles y cuyos recursos son inherentemente extraíbles”. No es posible acabar con el colonialismo y la supremacía blanca sin terminar con el heteropatriarcado, y viceversa.