Aunque aquellas personas que conservan sus privilegios gracias a la opresión sistémica tienen de verdad muchas cosas que perder, es mucho más aún lo que podemos ganar por medio de la liberación colectiva. Cuando pensamos en confrontar el heterosexismo y la heteronormatividad (la afirmación de que la heterosexualidad es la única forma aceptable de ser), pensamos en los incontables tipos de ataque que enfrentan las personas queer, desde los comentarios condescendientes que degradan nuestras relaciones, pasando por el acceso disminuido a la salud y a otros servicios sociales, hasta el hecho de saber que cada vez que salimos de la casa podemos terminar siendo víctimas de violencia física. Sin embargo, la heteronormatividad también refuerza maneras de imponer y limitar los roles que todas las personas cumplimos en nuestras vidas. Le impone comprensiones rígidas de la “familia” a todas aquellas personas que se preguntan cuáles son las mejores maneras de participar en relaciones íntimas y amorosas con otras personas, o de contar con el apoyo de otras personas en la crianza de sus hijas e hijos. La heteronormatividad obstaculiza el libre desarrollo de relaciones humanas emocionalmente saludables; la incapacidad de mostrar, de expresar y de poner en juego nuestras emociones de una manera profunda es un problema común que debilita muchas relaciones íntimas entre personas de cualquier género. La resistencia que le opone nuestra sociedad heteropatriarcal al valor e importancia de la inteligencia emocional deriva de su relación con lo que se considera como el comportamiento ‘feminizado’.
Socialmente, se busca aplastar la riqueza emocional de muchas personas, pero se la ataca particularmente en los hombres (sea que amen a personas del mismo género o no, sean de comportamiento afeminado o no).
En relación con esto, quienes hacemos trabajo de organización contra el complejo carcelario industrial y la guerra vemos que también tenemos que darle prioridad a la lucha para acabar la violencia contra las mujeres dentro de nuestras propias organizaciones y comunidades. La declaración conjunta publicada en 2001 de manera colaborativa por INCITA! Mujeres de Color Contra la Violencia y Resistencia Crítica sobre ‘La Violencia de Género y el Complejo Carcelario Industrial’ elucida estas conexiones de manera bastante clara.